Por: Javo Aguirre
“En las tenues y grises mañanas las viudas lloran
los hombres sabios comparten una broma
corro para captar señales divinas
para satisfacer el engaño
el bufón amarillo no toca
sino gentilmente estira las cuerdas
y sonríe mientras las marionetas bailan
en la corte del Rey Carmesí”
Fue en el año 2017 cuando King Crimson anuncio cinco ¡cinco
fechas! en la Ciudad de México, todas en el Teatro Metropólitan. Si bien se
podría pensar que una música alejada de los reflectores de los medios de
comunicación y que se mueve más en las sombras como lo es el rock progresivo no
podría dar para tantos shows, en esta ocasión fue muy diferente, cada uno de
los cinco conciertos que ofreció King Crimson aquella vez fueron un rotundo
éxito, con llenos totales y comentarios por demás entusiastas de todos los
afortunados asistentes a alguna de las fechas (claro que no faltó por ahí quien
fue a dos, tres o todas la fechas). Yo solo fui a una, la del 15 de julio, que
quedará para siempre grabada en mi memoria como una de las mejores experiencias
que he vivido, además del gusto de haber presenciado aquel concierto al lado de mi padre, también gran fan del rock progresivo y responsable directo de haberme introducido a este maravillo universo musical.
La misma banda quedó tan impresionada por el recibimiento
que tuvieron en México, que decidieron editar el álbum Meltdown: Live in Mexico City, un ambicioso disco triple con su respectivo Blu-Ray que recopilaba lo
mejor de aquellos cinco míticos conciertos.
Después de tan exitosa gira, no era de extrañar la vuelta de
King Crimson a tierras mexicanas, y así fue, apenas dos años después de
aquellos inolvidables conciertos, el grupo anunciaba que regresaban a México. Ciertamente
no esperaba que fueran a regresar tan pronto, pero por mí perfecto, un gusto
volver a disfrutar la música de El Rey Carmesí en vivo.
Para esta gira del 2019 se anunciaron cuatro fechas en la
Ciudad de México: 23, 24, 29 y 30 de agosto (hubo una fecha extra el 22 pero
exclusivamente para amigos y familiares de King Crimson) nuevamente todas en el
Teatro Metropólitan. Sorprendentemente también abrieron dos
fechas más en la ciudad donde vivo: Guadalajara, la capital mundial de las tortas
ahogadas. Las fechas fueron 26 y 27 de agosto en el Teatro Diana. Aunque a Guadalajara sí han venido artistas muy importantes del mundo del prog (gente
como Porcupine Tree, Roger Waters, Dream Theater, Premiata Fornernia Marconi,
Anathema, Los Jaivas, The Flower Kings, etc. han pasado por aquí) era la
primera vez que una banda de una magnitud tan colosal e importante para el
mundo de la música (más allá de las fronteras del rock progresivo) como King
Crimson pisaba tierras tapatías.
Apenas salieron a la venta los boletos y rápidamente la gran
mayoría de entradas fueron vendidas para todas las fechas.
Ya desde el primer concierto del 23 en la CDMX, empezaron a
circular en redes sociales y en medios informativos comentarios entusiastas de
los recitales que iba ofreciendo King Crimson, hasta que llegó la esperada fecha
para su servidor ¡27 de agosto!
Arribando al Teatro Diana, se podía ver que iba a ser un
lleno total, la fila para entrar era bastante larga, dándole la vuelta a toda
la manzana, aunque afortunadamente avanzaba rápido y de manera ordenada.
Por supuesto, no faltaron los vendedores que te ofrecían
todo tipo de mercancía crimsoniana no oficial (tazas, camisas, sudaderas,
etc.). La mercancía oficial ya era vendida dentro del lobby del teatro. Aunque yo desde luego ya traía puesta mi
querida camisa oficial que compré en el inolvidable concierto del 2017 en la
Ciudad de México.
El evento estaba programado para empezar a las 20:30 hrs, y
aun cuando faltaba ya poco para empezar, todavía quedaba bastante gente fuera
del recinto.
Arribando a nuestros lugares, se escuchó el aviso de que
quedaba estrictamente prohibido el uso de celulares y cámaras fotográficas. Sólo
hasta el final del concierto iba a estar permitido tomar fotos.
El acomodo en el escenario era el mismo que en los conciertos
del 2017, las tres baterías adelante y atrás, en una tarima, los lugares para el
resto de los miembros.
Aun cuando quedaba mucha gente fuera y se veían muchos
lugares vacíos, el concierto comenzó a las 20:30 en punto, King Crimson en este
tipo de detalles no se andan con rodeos.
Salen a escena los músicos y aquí es cuando noto el primer
cambio respecto a los conciertos del 2017: aquella vez fueron ocho integrantes,
ahora sólo eran siete, ya que para esta ocasión no venía Bill Rieflin quien
apoyaba en teclados y percusiones.
El concierto arranca con "Hell Hounds of Krim", un
instrumental de pura batería tocado entre Pat Mastelotto, Jeremy Stacey y Gavin
Harrison que ya dejaba muy claro el nivel de virtuosismo que íbamos a ver el
resto de la noche. Acabando las percusiones, entran en acción los demás
miembros del grupo con "Radical Action II", para de ahí pasar a "Level Five",
estupendo instrumental del ultimo disco de estudio de Crimson: The Power to
Believe, del ya cada vez más lejano 2003.
Todavía había gente que seguía ingresando al teatro.
Seguimos con "Lizard", desde luego no se tocaron los 23
minutos de la versión original, sólo interpretaron la sección de "The Battle of
Glass Tears".
La puesta en escena era sobria, no había nada de visuales ni efectos vistosos de iluminación, pero no era necesario, el puro espectáculo de virtuosismo que ofrecían cada uno de los músicos era suficiente para sostener por sí solo todo el concierto.
Nos vamos a la etapa ochentera de Crimson con "Neurotica", para pasar a la primera canción del mítico In the Court of the Crimson King: "Moonchild", con Tony Levin en un solo de bajo eléctrico, pero en posición vertical, como si tocara un bajo acústico.
King Crimson |
La puesta en escena era sobria, no había nada de visuales ni efectos vistosos de iluminación, pero no era necesario, el puro espectáculo de virtuosismo que ofrecían cada uno de los músicos era suficiente para sostener por sí solo todo el concierto.
Nos vamos a la etapa ochentera de Crimson con "Neurotica", para pasar a la primera canción del mítico In the Court of the Crimson King: "Moonchild", con Tony Levin en un solo de bajo eléctrico, pero en posición vertical, como si tocara un bajo acústico.
Por supuesto, tratándose de una banda como King Crimson, la
calidad de sonido era magnífica. Recuerdo que cuando los fui a ver en el 2017, temía que tener tres bateristas en la formación iba a saturar el sonido, pero para
nada fue así, y desde luego aquí en este concierto del 2019 tampoco lo fue. Todos
los instrumentos se oían claros y nítidos, y las tres baterías se escuchaban
estupendas y limpias dándole bastante fuerza a las composiciones.
Para estas alturas ya era fácil apreciar que era un lleno
casi total en el Teatro Diana, unas poco más de dos mil personas según el aforo
del teatro.
Continuaron con una de mis rolas favoritas de toda la discografía de Crimson: "Red", que sonó bastante poderosa, con gran trabajo de los bateristas y la solida presencia de Mel Collins en los instrumentos de viento. De ahí se viene lo que para mucho seguro fue uno de los grandes momentos de la noche, la interpretación de "Epitaph", con gran trabajo vocal de Jakko Jakszyk, quien curiosamente su tono de voz me suena mucho a una mezcla entre Greg Lake y Adrian Belew.
Así, en medio de aplausos, se concluye todo el primer acto.
Los músicos regresan tras bambalinas y se viene un intermedio de unos 20
minutos aproximadamente.
Empieza el segundo acto con "Drumzilla", otro instrumental de
pura batería donde era impresionante el nivel de sincronización e interacción
que tenían los músicos con las percusiones.
Robert Fripp |
Siguen los ochentas con el instrumental "Discipline", para de
ahí pasar a "Easy Money", canción que desde luego sonó muy bien, aunque de aquel
álbum hubiera preferido alguna de las dos partes de "Larks' Tongues in Aspic" que
no fueron tocadas en esta ocasión. Aunque afortunadamente ya había escuchado la
primera parte en el concierto del 2017.
Algo que me llamó la atención cuando vi a King Crimson en el
2017 y aquí se repitió, es que, contrario a lo que se pudiera pensar, la mente
maestra de Crimson, el señor Robert Fripp, no destaca tanto en el escenario
como se podría suponer, algo que se acentúa todavía más dada su posición de
lado y sentado todo el tiempo. Mas que llevar la batuta en los solos o en las secciones instrumentales, su labor es más como un director de orquesta, dirigiendo
y observando que todo el recital fluya como deber ser y que todos los súbditos
del Rey Carmesí cumplan sus respectivas labores en el concierto.
Se vino uno de los más disfrutables momentos de la noche, la
interpretación de "Indiscipline", una poderosa versión donde Pat Mastelotto, Jeremy
Stacey y Gavin Harrison se aventaron un impresionante duelo de baterías. Definitivamente
la experiencia de ver a estos tres bataqueros es algo que se tiene que ver en
vivo y que no se apreciaría escuchándolos en discos de estudio, apenas quizás un Blu-Ray en 5.1 te podría dar una idea del formidable espectáculo que es ver los
ritmos que arman estos músicos; la manera en que se sincronizan, todos haciendo
algo diferente al mismo tiempo, pero a la vez sin perder nunca la armonía en
las canciones, es una experiencia auditiva maravillosa.
Se viene otro de los clásicos de la banda, "Islands", una de
las varias canciones donde Jeremy Stacey dejaba su rol de baterista para tocar
de lleno los teclados.
King Crimson |
Empiezan a sonar los acordes de uno de los momentos más
aclamados de la noche, la interpretación de "Starless", una de las obras cumbres
de toda la discografía crimsoniana, por no decir que hay quien la considera “la
obra cumbre” de King Crimson. Esta fue de las pocas veces donde la iluminación
apoyó la canción, ya que todo el escenario se iluminó de rojo, dándole un
ambiente muy ad hoc a lo que se vivía en el concierto. Sin duda fue uno de los momentos mágicos de toda la noche.
Después de semejante maravilla, la banda volvía a regalar al
público nada más y nada menos que la emblemática "The Court of the Crimson King", destacando
el gran trabajo de Jakko Jakszyk en vocales.
En medio de efusivos aplausos, el grupo deja sus
instrumentos y se retiran del escenario. Ya saben, la rutina de siempre para el
encore.
Después de unos cinco minutos, todo el grupo regresa, vuelven
a sus posiciones y se viene el mega clásico "21st Century Schizoid Man", con todo
y solo magistral de batería de Gavin Harrison. No dejaba de asombrarme como
una canción que fue compuesta en el año de 1969, sigue sonando tan vigente y
actual como hace 50 años.
Y así, en medio de aplausos y vítores, termina el concierto
del Rey Carmesí. Aquí fue el único momento donde se permitió tomar fotos, no
solo del público a la banda sino también de la banda al público. En medio de
sonados aplausos se van retirando todos los músicos del escenario, el último en
salir es Robert Fripp, quien, tomando fotos al público y con una sonrisa en el
rostro, se retira, dando por concluido todo el concierto.
Se prenden las luces, se escuchan comentarios entusiastas de
todos los asistentes y poco a poco la gente va desalojando el Teatro Diana.
Robert Fripp |
Pues sí, señoras y señores, fue un gran concierto, de eso no hay
ninguna duda, lo disfrute mucho. Ahora, tengo que admitir que no superó la vez
que vi a King Crimson en el 2017 en la Ciudad de México; aquel concierto fue
muy memorable para mi persona, ya que era la primera vez que veía a Crimson
en vivo, además de que el ambiente y la expectativa de aquellos conciertos
fueron mucho más notorios que en esta ocasión, a eso hay que sumarle que en aquella ocasión tocaron veintiún temas (incluyendo cover de David Bowie) y esta vez sólo tocaron dieciséis. Haber visto a King Crimson por segunda vez, desde luego fue una experiencia genial, pero ciertamente fue un espectáculo muy parecido a
lo que ya había presenciado hace dos años. Eso sí, para la gente que por primera vez tuvo la
oportunidad de ver a Robert Fripp y compañía, seguro salieron totalmente
satisfechos de lo vívido.
Lástima que sigo sin poder escuchar las versiones en vivo de "Sailor's Tale" y sobre todo "Fracture", esta última, por cierto, sí la tocó King
Crimson en el concierto del 30 de agosto en la CDMX, el último de todos, tal
como ocurrió en la gira del 2017 donde también fue en el último concierto donde la interpretaron.
Ya para concluir, agradezco a la melómana Bren Rodmar quien
estuvo hasta adelante en el concierto y me facilitó las fotos que adornan esta
entrada de este humilde blog, que mantengo vigente desde el año 2012, llenó de bonitos podcasts progresivos.
¡Saludos crimsonianos, larga vida al Rey Carmesí!
P.D. Dato informativo: en diciembre de este año, Gavin
Harrison vuelve a Guadalajara, esta vez con el grupo inglés The Pineapple Thief, concierto
al que espero a asistir y disfrutar nuevamente del talento de este magnífico
baterista.
No fue un poco corto el setlist? No le gusta que pasen de 21 temas a 16 así como así. Espero que en Argentina sean 20 temas y toquen las clásicas que es a lo que todos vamos...
ResponderBorrarSí, fue un poco más corto. Efectivamente, como tú dices, de veintiún temas pasaron a dieciséis, aun así, el concierto en Guadalajara sí duró más de dos horas.
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