HOLA, AMIGOS DE CERCA DE LA ORILLA, LES SALUDA CÉSAR INCA.
Hoy estamos presentando aquí el nuevo disco del grupo de space-rock progresivo alemán THE SPACELORDS, el cual se titula “Spaceflowers” y fue publicado el pasado 21 de febrero en diversas variantes de vinilo (verde traslúcido, amarillo y dorado con manchas negras), así como en CD, por el sello Tonzonen Records. También el sello estadounidense Olde Magick Records produjo una edición en casete de “Spaceflowers” más tarde, en el mes de agosto. Haciendo un poco de historia, este grupo se formó en el segundo trimestre del año 2008 por vía de las iniciativas conjuntas del guitarrista Matthias “Hazi” Wettstein, el baterista Marcus Schnitzler y el bajista Klaus Werz. Al poco rato se les unió el flautista Holdi Pape, pero este formato de cuarteto no duró mucho, pues Pape solo se quedó en las filas de THE SPACELORDS hasta finales de 2009. El debut fonográfico del grupo que ahora nos ocupa tuvo su lugar con su disco homónimo del año 2010, el cual contenía material grabado con la entonces operativa formación de cuarteto. Discos posteriores como “Synapse” (2014) y “Water Planet” (2017) hicieron del ya reformulado trío un grupo con un público de culto firme y leal: de hecho, estos dos discos que acabamos de mencionar son usualmente considerados como de lo mejor de su vigente catálogo. El año 2020 se da el turno de “Spaceflowers” para dejar su propia huella dentro de este paradigma propio de space-rock y psicodelia progresiva de THE SPACELORDS, que hoy por hoy está conformado por Wettstein, Schnitzler y el bajista Akee Kazmaier. El trío ha contado, a lo largo del disco, con las ocasionales colaboraciones de Didi Holzner (órgano Hammond y sintetizador Moog), Alwin Puetsch (didgeridoo) y Ralph Nebl (zurna). Además, el propio Wettstein toca el saz en la segunda parte de la suite, mientras que Kazmaier añade partes de guitarra y de melódica a lo largo de las tres partes. Por su parte, pasando a otra dimensión del disco que aquí reseñamos, el baterista Schnitzler se hizo cargo del arte gráfica del álbum.
Vayamos ahora a los detalles mismos del disco. La pieza homónima, que dura 13 ½ minutos y ostenta una contundente fuerza de carácter, abre el álbum con la misión de instaurar unos referentes enérgicos para lo que habrá de ser la identidad integral del repertorio. Por lo pronto, se instaura un groove llamativo a medio tiempo que establece unos cimientos firmes y seguros para el aura ceremoniosa que habrá de imperar a lo largo de la pieza. Con un pie en la psicodelia antigua de los PINK FLOYD de la etapa 68-71 y el krautrock guitarra-céntrico de unos GILA y unos ASH RA TEMPEL, y otro en la nueva generación space-progresiva de CAUSA SUI y AUTOMATISM, la triangulación de guitarra, bajo y batería crea un despliegue de creciente densidad mientras el swing básico persiste. Con la muy oportuna adición del órgano, el bloque sonoro colectivo añade recursos de señorío y magnificencia a su entramado sonoro; de hecho, hay momentos en los que el órgano (muy a lo Richard Wright pero con una musculatura más cercana al estilo de un Vincent Crane) asume cierto protagonismo con algunas variantes armónicas antes de que la pieza llegue a la frontera del séptimo minuto. Es a partir de este momento que el jam cambia de motif con una prestancia aguerrida que permite al sintetizador emerger como contraparte creativa de la guitarra. A la par, la pieza se ha vuelto más robusta y más intrigante; a pesar de la obvia extroversión que empuja al bloque instrumental, se impone un cierto aire de misterio en el ambiente, como si todo se hubiese vuelto grisáceo en medio del tumulto mundano. Excelsas exploraciones cósmicas para un muy buen inicio del disco. Tras la pieza homónima sigue otra de largo aliento, durando un par de minutos menos que ‘Spaceflowers’: se titula ‘Frau Kunhkes Kosmos’. Aquí el grupo apuesta por un dinamismo más frenético que el utilizado para el armazón del tema de entrada, y ya desde el punto de arranque, la dupla del bajista y el baterista asienta el esquema de trabajo planteado para la ocasión. Se nota tanto en el nervio performativo como en la espiritualidad luminosa del cuerpo central que el enfoque psicodélico de este tema es fulguroso y jovial. A mitad de camino, el grupo decide aligerar un poco la densidad reinante con un juego de síncopas que permite al bloque instrumental añadir sutilezas al desarrollo temático.
La segunda mitad del álbum está ocupada por la suite tripartita de poco más de 24 ¼ minutos ‘Cosmic Trip’: definitivamente, es aquí donde el trío elabora las mayores ambiciones estéticas de la línea de trabajo plasmada en este álbum, es a todas luces un ítem diseñado para cerrar el repertorio a lo grande. Las tres partes sucesivas portan los lacónicos títulos de ‘Part 1’, ‘Part 2’ y ‘Part 3’. Con una potencia de carácter stoner para las dos guitarras partícipes y un patrón rítmico parsimonioso, el grupo explora su faceta más sombría, la cual a veces se deja iluminar cuando entran a tallar algunas capas seudo-mellotrónicas dentro de la ingeniería sonora. El groove se vuelve un poco más adusto (hasta mecanizado) en la segunda parte, lo cual revela la intención de la banda de afianzar machaconamente una atmósfera particularmente evocadora. Los ornamentos de sintetizador, melódica y de didgeridoo, que emergen como enclaves space-rockeros en esta instancia de la pieza, ocupan un rol central dentro del enriquecimiento de matices que, en estas circunstancias, opera prácticamente como centro temático, yendo más allá de una simple estrategia de ornamentaciones. En medio de todo esto, el trío da la apariencia de haber matizado un poco la musculatura inicial, pero si escuchamos con más atención, lo que realmente se ha dado ha sido un aumento de la sofisticación. Esto se nota en lo que se gesta para la tercera y última parte del jam, un rol destacado de los guitarreos con miras a realzar la esencia stoner-psicodélica de la pieza, reforzando el vigor y la intensidad mientras se recibe los ecos de la sofisticación cósmica de la parte precedente. El bajo, al distorsionar masivamente las resonancias de sus pulsaciones, colabora muy eficazmente con el aumento de estas vibraciones tormentosas, y, además, obliga a la batería a intensificar su punche. Los dos últimos minutos exhiben un clímax rockero magníficamente vibrante, dejando bien grabada su fuerza incendiaria en la mente del oyente varios minutos después de haberse acabado todo.
“Spaceflowers” es un estupendo ejemplo de lo que todavía tiene por ofrecer el ideal del space-rock dentro de la vanguardia rockera contemporánea: vayan nuestras palabras de agradecimiento a THE SPACELORDS por habernos brindado este gozo melómano tan potente y contundente.
Muestra de “Spaceflowers”.-
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